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Los militares no salen muy bien parados, a pesar de la intensa campaña de edulcorarnos lo militar que efectúan tanto los medios de comunicación como nuestros rancios políticos, en la opinión pública de la gente. A preguntas del CIS sobre el grado de compromiso militar de la sociedad, resulta que únicamente el 16 % de la población contesta que está dispuesta a “defender” a su país y más de un 55% rechazan expresamente hacerlo.

El representante de la Asociación de Militares Españoles (AME), coronel Leopoldo Muñoz, por ejemplo, ha llegado a decir que la culpa de este escaso ardor guerrero es de los políticos, afirmando algunas extravagancias que vamos a comentar. Entre sus declaraciones encontramos las siguientes referidas a los políticos:



“les han quitado el amor por su patria”,
y
“todos los gobiernos desde la Transición son responsables”.
y
“en algún momento los españoles les pedirán cuentas por ello: es un delito de lesa patria”.

Al margen de lo desfasado del lenguaje, identificar el amor a “la patria” (podríamos encontrar varias palabras mucho más adecuadas y menos ultras, como “comunidad” por ejemplo, pero dado que usa este residuo del peor nacionalismo, refirámonos al mismo) con el apego a lo militar aparece, cuando menos, como un exceso. Se puede tener amor a muchas cosas sin querer por ello un revival militarista para demostrarlo, aunque el Coronel añorante de otros tiempos no haya podido experimentar este tipo de adhesiones.

Pero si la primera idea, por poner un nombre a un tópico tan huero, parece una exageración, la segunda parece ya una inclinación ideológica preocupante. De modo que del estado de opinión contrario a lo militar son responsables “todos los gobiernos desde la transición”. Al parecer tiempos pasados donde lo militar inundaba todo siempre fueron mejores para este tipo de pensamiento y la venida de un tipo de sociedad menos encorsetada en lo militar aparece como un suplicio.

Y la tercera idea, muy en consonancia con el recelo antipolítico del régimen franquista, es la del delito de “lesa patria” de los políticos. Algo que los culpa por timoratos y les pretende aplicar la pena rancia del patrioterismo. Algo que nada tiene que ver con el descrédito ganado por nuestra casta extractiva no por los males “antipatríóticos” de los que los militares les hacen responsables, sino por defender únicamente los intereses de la élite dominante, de la que el militarismo es una parte sustancial.

Pero además el argumento carece de toda objetividad. Los políticos, en una especie de pacto de silencio bastante vergonzante, han privilegiado el militarismo sin provocar la ruptura que era necesaria, de múltiples formas:

1) dotando al ejército de autonomía funcional y de espacios de absoluta impunidad donde los políticos no meten las narices.

2) Metiendo a España en la OTAN y dando con ello a los militares lo que querían, incumpliendo, por supuesto, las cláusulas del propio referéndum.

3) Con un gasto militar desmesuarado y oculto, del que participan 12 de los 13 ministerios, y que nos ha generado una deuda inmoral para comprar armas de más de 30.000 millones de euros.

4) Propiciando un intervencionismo militar exagerado, con 69 intervenciones militares en el exterior y más de 100.000 soldados mandados a ellas.

5) Estableciendo una justicia autónoma y separada para los militares.

6) Permitiendo que el territorio quede supeditado y los derechos sobre el mismo de la sociedad, a lo que el militarismo llama “zonas de interés de la defensa” hasta el punto en que en determinadas zonas de España hasta los derechos de propiedad de particulares y otras administraciones están condicionados a autorizaciones militares.

7) Permitiendo que en la actualidad sean más de 2.300.000 personas las que comen del presupuesto militar.

8) Fomentando una industria militar que es la séptima del mundo en venta de armas y conflictos al exterior.

9) Haciendo de los ejércitos el segundo terrateniente de España y permitiendo que los ejércitos por medio del INVIED actúen como compradores y vendedores de inmuebles y especulen con ello.

9) Haciendo que las decisiones relativas a la defensa nacional y su planeamiento no tengan control político ni social y sean uno de los espacios de autonomía de los militares.

10) Fomentando el puertagiratorismo entre lo militar, lo político y la industria militar.

11) Manteniendo unos ejércitos sobredimensionados e hipertrofiados. Con sólo 2 soldados por cada mando.

12) encubriendo la corrupción.

13) facultando múltiples privilegios para los militares.

14) expandiendo la actividad militar a actividades de seguridad humana anteriormente en manos de la sociedad, como son la lucha contra las catástrofes naturales y otras.

15) detrayendo recursos sociales en privilegio del gasto militar.

No puede decirse que los políticos no apoyen el constructo militar, sino, más bien, que a pesar de los políticos y del esfuerzo por hacernos comulgar con ruedas de molino, los ciudadanos no hemos caído en la trampa y, lejos de no querer defender a la sociedad, lo que rechazamos es el modelo militar que defiende los intereses de unos pocos.

Pero el Coronel, en su enfado, soltó algo más: su añoranza por el servicio milita obligatorio. En este caso culpabiliza a Aznar por suprimirlo. Veamos

Al suspender el servicio militar obligatorio, la gente se ha quedado sin saber lo que es esto. Es un error total y absoluto. Y los ciudadanos no se apuntan al ejército porque no se sienten españoles. Eso es gravísimo”.

Tiene razón el Coronel en algo: al surpimirse el servicio militar, los jóvenes se han quedado sin saber lo que era eso, lo que es el ejército, en carne propia. Pero eso no es gravísimo, a pesar de los anhelos del Coronel, sino afortunado. Eso era una escuela de adoctrinamiento militarista. Era una injusticia social y, efectivamente, la gente aprendía en propia carne lo maléfico del militarismo.

De hecho, contra la opinión del coronel, los ciudadanos no se apuntaban al ejército porque sabían lo que era eso. Por ello se hizo la insumisión, para acabar con aquella lacra, que es lo que desencadenó la supresión del servicio militar, no por iniciativa de Aznar, sino porque los políticos defensores del sistema, Aznar entre ellos, no vieron otro modo de acabar con una disidencia antimilitarista tan sólida y con tanto apoyo social, que suprimir el servicio militar y aprovechar el despiste para dar una vuelta de tuerca más al militarismo español.

Por su parte, Mariano Casado, presidente de la AUME, la otra asociación de militares, más moderado que el coronel Muñoz, nos dice que la encuesta del CIS muestra que los distintos gobiernos no han hecho lo suficiente por divulgar la “cultura de defensa” y ve necesario trabajar con el conjunto de la sociedad civil para trasladar una imagen fiel y permeabilizar a las Fuerzas Armadas.

Casado aspira a que esa especie de “puertas abiertas” permanentes de los ejércitos y más esfuerzos de marketing y publicidad acabe de normalizar la institución militar como algo natural y hasta apetecible para la sociedad, pero sin caer en la cuenta de que, precisamente eso que reclama, es lo que de forma ininterrumpida y con una inversión nada desdeñable viene haciéndose ya tanto en los gobiernos del PP como del PSOE, ya sea mediante encargos publicitarios (bastante burdos, por cierto) para presentar una imagen tolerable de los ejércitos y sus actividades, o mediante actos mediáticos que sólo enervan a los más exaltados, como desfiles, simulacros de invasiones y operaciones, jornadas de puertas abiertas, actos militaristas en Juvenalia y otras exposiciones infantiles y juveniles, etc; o bien mediante acuerdos de colaboración con universidades, compra de periodistas, artículos pagados en medios de comunicación y otras calamitosas prácticas.

El grave problema, al parecer, no es que los españoles no quieran saber nada de la defensa, sino, más bien, que su idea de la misma difiere de la idea militar.

Y para muestra un botón:

La importante adhesión de los españoles a la causa de la paz y su movilización en contra de las guerras y de la participación española en las mismas.
Las luchas sociales que se están protagonizando por la sociedad en defensa de lo que realmente interesa defender (sanidad, educación, democracia participativa, gastos sociales, inmigración, lucha contra la especulación bancaria y los desahucios, etc.) que muestra que la gente sí está dispuesta a arriesgarse por algo (o por mucho): precisamente por defender lo que realmente hay que defender y de la manera que hay que hacerlo (que por cierto también es alternativa a la manera militar).
El meritorio trabajo de cooperación desde un modelo alternativo que están realizando miles de personas en países con alto grado de conflictos y en temáticas altamente graves. Eso sí, el importante trabajo que desde sectores altermundistas, ecologistas, etc. se realiza por cambiar el modelo actual.
El persistente trabajo antimilitarista que sigue manteniéndose a pesar de que, según nos dicen, se ha normalizado el ejército, y que puede observarse en la lucha contra la militarización del territorio, en la lucha en pro del desarme y la desmilitarización, en la objeción fiscal y la lucha contra el gasto militar, en la lucha contra las bases y campos militares, en el trabajo por la educación para la paz, etc. En suma, un error de enfoque.

No es que la gente no quera defender a su comunidad. Es que al defenderla identifican unos contenidos diferentes y alternativos de los que propone el militarismo y unos enemigos distintos de los que supone una “hipotética” invasión (de hecho parece más bien que si seguimos la lógica actual ya estamos invadidos en no pocos aspectos precisamente por quienes aparecen como nuestros amigos), entre los que se encuentra todo el rancio discurso militarista y su instrumento de preparación de la guerra.



Informa: http://laeradeaquario.blogspot.com.es
Fuente: http://www.utopiacontagiosa.org/2014/09/12/el-cis-cabrea-a-los-militares/

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